Bienvenidos a la apasionante Historia de Roma

A todas aquellas personas que les guste la Historia en general y la Historia de Roma en particular, les doy mi más sincera y afectuosa bienvenida a este blog, en donde a base de pequeños artículos y reseñas pretendo enriquecerles sobre una civilización que si bien nos es muy conocida y estudiada, hay aspectos en donde no lo es tanto, y es ahí donde quiero incidir de manera constante, con el propósito de abrir nuevas perspectivas y enfoques de la Historia de Roma, tratando temas de sumo interés y de gran calado para todos aquellos que visiten este blog. Asimismo, estoy abierto a todo tipo de sugerencias, debates, críticas y opiniones con el objetivo de aprender y mejorar esta nueva andadura, que espero que con el paso del tiempo sea fructífera y cada vez tenga más adeptos. Un cordial saludo.

martes, 15 de junio de 2010

El calendario romano

Tras un breve parón debido a que estado preparando oposiciones y disfrutando de unos días de vacaciones, retomo por fin el blog tratando un tema que, a priori, parece fácil de exponer, pero en realidad es muy complicado por la complejidad que presenta, dada por una secuencia temporal larga (más de mil años) y por la cantidad de información que hay al respecto, difícil de condensar y simplificar (debido a la multitud de fiestas, celebraciones, conmemoraciones, etc.). No obstante, se puede realizar dicha tarea y el resultado, aunque bastante resumido, es el que os muestro a continuación, fruto de una lectura intensiva y de un proceso arduo de elaboración, que espero y deseo que os guste.


El tema en cuestión no es otro que el calendario romano y su evolución a lo largo de la historia de Roma. Si como sabemos, la historia de esta civilización duró más de mil años, el calendario si cabe lo fue más e incluso llega, con modificaciones, a nuestros días, ya que la progresiva evolución que tuvo en tiempos de los romanos llegó después a épocas posteriores que tomaron como referencia esta obra descomunal que por otra parte es una de las herencias más preciosas y precisas de Roma.


Basado mediante la evolución y trabajo de siglos, el calendario romano tiene como punto de referencia el Sol y la Luna y siempre, muy importante, estará ligado a la religión como ordenamiento de los días festivos, fiestas, días consagrados y aniversarios históricos.


El calendario primitivo, antes de que Numa Pompilio introdujese las primeras reformas, constaba de los siguientes elementos: mes, (conocido como mensura o medida) que duraba unos 29 días y medio, de acuerdo con la fase lunar, teniendo al novilunio (luna nueva) y plenilunio (luna llena) el principio y final de la determinación del mes, año, de diez meses, comenzando en marzo (Martius) y acabando en diciembre (December), basado en el primitivo sistema decimal (diez dedos en la mano representado por la x). El sacerdote o pontifex, cada cuarto de luna, determinaba los días por transcurrir hasta el siguiente cambio de luna. En definitiva, era un calendario puramente lunar en donde se ven que solo hay diez meses (marzo a diciembre) considerado como la época activa del año y un periodo de tiempo de diciembre a marzo, que no recibe nombre, no contabilizado dedicado a ritos de purificación colectiva como tránsito de un año a otro.


La primera reforma sustancial fue realizada por Numa Pompilio, segundo rey de Roma y sucesor de Rómulo, dividiendo el año en doce meses, añadiendo los meses de Enero (Ianuarius) y Febrero (Februarius) según el curso de la Luna y lo adaptó al curso del Sol dando como resultado 355 días, al que le faltaban por tanto, para completar el ciclo solar, diez días y un cuarto. Hubo que suplirlos, insertando cada dos años y después del 23 de febrero, un mes intercalar (merkedonius) que tenía alternativamente 22 ó 23 días, además de los cinco últimos de febrero y del Regifugium, festividad que conmemora la huida del último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio (24 de febrero).


Los nombres de los meses de este nuevo calendario son los siguientes: Martius (Marzo) en honor a Marte, dios de la guerra y siendo un mes particularmente activo en cuanto a fiestas y celebración y era el primer mes del año, Aprilis (Abril), consagrado a Venus, y en donde se conmemora la llegada de la primavera y la naturaleza despierta, Maius (Mayo), en la que según se dice corresponde a Maya, madre de Mercurio, Iunius (Junio), adjetivo sustantivado de iunius o más joven y relacionado con Juno, esposa de Júpiter, Quintilis (luego sería Julio), llamado así por ser el quinto mes, Sextilis (posteriormente Agosto) o mes sexto, September (Septiembre) o mes séptimo, October (Octubre) o mes octavo, November (Noviembre) o mes noveno, December (Diciembre) o mes décimo, Ianuarius (Enero), el mes de apertura de los trabajos agrícolas y en honor a Jano y por último Februarius (Febrero), mes dedicado a las purificaciones y en honor a Februa, más conocido como Plutón. La duración de los meses era de 31 días para Marzo, Mayo, Julio y Octubre y 29 días para el resto a excepción de Febrero que contaba con sólo 28.


Cada mes, contaba con tres fechas clave: la primera de ellas son las denominadas calendas (Kalendae), que era el día primero de cada mes (luna nueva) en donde el pontifex convocaba al pueblo indicando los días fastos y nefastos y fijaba a la vez la fecha del cuarto creciente ocho días antes de los Idus, conocidas como Nonas o Nundinae, y que normalmente caía en día 5 salvo los meses de marzo, mayo, julio y octubre que caía en el día 7, por ser éstos de 31 días. Por último, los Idus, nombre etrusco que significa día separativo, caía el día 15 en los meses de 31 días y el día 13 en los restantes.

En el año 153 a. C., se realizó una modificación en el calendario en relación con el comienzo del año que hasta entonces empezaba en el primero de marzo, fecha que coincidía con la elección de los cónsules. Este cambio fue debido a las Guerras Celtibéricas que Roma tenía en Hispania en un momento en donde la situación era crítica por los problemas que estaba causando el intento de asedio y conquista de Numancia. Por ello, en vez de esperar a Marzo, se determinó acelerar los nombramientos de los cónsules y situarlos en el primero de enero en el cual, Quinto Fulvio Nobilior, que iba a ser enviado a Hispania fue investido como cónsul para que tuviese tiempo de preparar la campaña.

La segunda reforma del calendario fue realizada por Cayo Julio César en el año 46 a. C., una vez convertido en Dictador vitalicio (conocido como calendario juliano). Recordemos que los meses correspondían al ciclo lunar y el año tenía 355 días con lo que el año lunar, se desfasaba del año solar. Así pues, César, para corregir este hecho, encargó al astrónomo Sosígenes de Alejandría la confección de un nuevo calendario según el ciclo solar. El primer año constó de 455 días para corregir los desfases del calendario anterior, y se conoció como el "año de la confusión" hasta que dos años después, es decir, en el 44 a C., ya se acordó que todos los años tuvieran 365 días y que cada cuatro años se contabilizasen 366 días, con lo que se conocerían como años bisiestos añadiendo un día adicional al mes de febrero. Tras la muerte de Julio César en los Idus de Marzo del 44 a. C., Marco Antonio decidió cambiar el mes de Quintilis por el de Julium (Julio), en honor al Dictador y posteriormente en el 23 a. C., ya siendo Octavio Augusto emperador y por iniciativa del Senado, el mes de Sextilis fue cambiado por el de Augustum (Agosto). Más tarde, Tiberio quiso seguir esta práctica con el mes de Septiembre, pero desistió de ello porque en el momento en que los emperadores hubieran reasignado con su nombre todos los meses, habría que empezar de nuevo cambiando otra vez el nombre de los meses con lo que resultaría especialmente lioso. No obstante emperadores como Calígula quisieron implantar algunas modificaciones como llamar Germánicus al mes de Septiembre o Domiciano llamando Domitianus a Octubre, pero no perduraron y se restablecieron sus nombres posteriores.

Por último, debemos al emperador Constantino en el año 321 d. C., la introducción de los días de la semana y su duración actual que es de 7 días. Si bien fue copiada del calendario lunar judío, implantó el domingo (dies solis) el día de descanso, en vez del sábado como era costumbre judía, debido a que Jesucristo había resucitado dicho día.


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