jueves, 4 de noviembre de 2010
La mujer en el matrimonio romano
martes, 15 de junio de 2010
El calendario romano
En el año 153 a. C., se realizó una modificación en el calendario en relación con el comienzo del año que hasta entonces empezaba en el primero de marzo, fecha que coincidía con la elección de los cónsules. Este cambio fue debido a las Guerras Celtibéricas que Roma tenía en Hispania en un momento en donde la situación era crítica por los problemas que estaba causando el intento de asedio y conquista de Numancia. Por ello, en vez de esperar a Marzo, se determinó acelerar los nombramientos de los cónsules y situarlos en el primero de enero en el cual, Quinto Fulvio Nobilior, que iba a ser enviado a Hispania fue investido como cónsul para que tuviese tiempo de preparar la campaña.
La segunda reforma del calendario fue realizada por Cayo Julio César en el año 46 a. C., una vez convertido en Dictador vitalicio (conocido como calendario juliano). Recordemos que los meses correspondían al ciclo lunar y el año tenía 355 días con lo que el año lunar, se desfasaba del año solar. Así pues, César, para corregir este hecho, encargó al astrónomo Sosígenes de Alejandría la confección de un nuevo calendario según el ciclo solar. El primer año constó de 455 días para corregir los desfases del calendario anterior, y se conoció como el "año de la confusión" hasta que dos años después, es decir, en el 44 a C., ya se acordó que todos los años tuvieran 365 días y que cada cuatro años se contabilizasen 366 días, con lo que se conocerían como años bisiestos añadiendo un día adicional al mes de febrero. Tras la muerte de Julio César en los Idus de Marzo del 44 a. C., Marco Antonio decidió cambiar el mes de Quintilis por el de Julium (Julio), en honor al Dictador y posteriormente en el 23 a. C., ya siendo Octavio Augusto emperador y por iniciativa del Senado, el mes de Sextilis fue cambiado por el de Augustum (Agosto). Más tarde, Tiberio quiso seguir esta práctica con el mes de Septiembre, pero desistió de ello porque en el momento en que los emperadores hubieran reasignado con su nombre todos los meses, habría que empezar de nuevo cambiando otra vez el nombre de los meses con lo que resultaría especialmente lioso. No obstante emperadores como Calígula quisieron implantar algunas modificaciones como llamar Germánicus al mes de Septiembre o Domiciano llamando Domitianus a Octubre, pero no perduraron y se restablecieron sus nombres posteriores.
Por último, debemos al emperador Constantino en el año 321 d. C., la introducción de los días de la semana y su duración actual que es de 7 días. Si bien fue copiada del calendario lunar judío, implantó el domingo (dies solis) el día de descanso, en vez del sábado como era costumbre judía, debido a que Jesucristo había resucitado dicho día.
viernes, 7 de mayo de 2010
La marina romana
Pero es bastante poco lo que sabemos de la marina romana, ya que siempre ocupó un pobre papel en el organigrama militar romano y hay apenas estudios monográficos que se refieran a tan interesante tema. Además, hay que añadir que los restos arqueológicos y epigráficos tampoco nos dan demasiada información al respecto, ya que de los primeros en su mayoría son de barcos civiles hundidos destinados al transporte de mercancías y de los segundos apenas sí hay mención. No obstante, se puede a grosso modo realizar un mínimo estudio del desarrollo de la marina romana y de la importancia que tuvo para Roma y para el Mediterráneo.
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Tirreme romana
jueves, 6 de mayo de 2010
Sobre el origen de los etruscos
- La primera teoría de la que tenemos constancia, y que fue defendida por Heródoto, es la llamada teoría del origen oriental, compartida por los autores latinos Séneca y Tácito y moderadamente por Schachermeyer, en la que estima que los etruscos llegaron a las costas de Italia a través del mar Tirreno, procedentes de Lidia en una época inmediata a la guerra de Troya (s. XII a. C.) debido a una gran carestía en la zona y la imposición de tributos, lo que les obligó a emigrar hacia el oeste en busca de nuevas tierras. Este testimonio de Heródoto es apoyado por el historiador griego Xhantos de Sardi. El problema de ésta teoría radica en que no hay restos arqueológicos que permitan probar la hipótesis oriental, a excepción de una losa sepulcral hallada en Kaminia en donde lleva grabada la figura de un guerrero, armado con una lanza y aparentemente protegido por un escudo circular, fechada en el siglo VI a. C., con dos inscripciones que muestran que hay analogías en cuanto a morfología y léxico con la lengua etrusca (de lo que se sabe hoy por hoy). Entonces, habría que establecer si las semejanzas son accidentales o evidencia de migraciones etruscas. De todas formas, hay que insistir en que la fecha de esta tumba es demasiado tardía como para poder considerarla consecuencia de la migración de los etruscos a Italia. Podríamos también incluir dentro de esta primera teoría, aunque con diferentes actores, la propugnada por Helánico de Lesbos, quién nos dice que un pueblo de origen prehelénico, los pelasgos, fueron expulsados de su país por los griegos y que tras llegar del mar Jónico, tomaron Crotona, a partir de la cual colonizaron el interior, que desde entonces paso a llamarse Tirrenia considerándose como antepasados de los etruscos. Esta teoría también es defendida por Dionisio de Halicarnaso, que consideraba a los etruscos como los habitantes más antiguos de la región que lleva su nombre, habiéndose formado lo que llamaríamos la "nación etrusca" por la gradual y recíproca asimilación de los pueblos que habitaban entre el Arno y el Tíber, si bien Dionisio, no identifica pelasgos con tirrenos, afirmando que son pueblos diferentes a pesar de que unos recibieran el nombre de los otros y al contrario. Esta teoría, se apoya en la lengua, género de vida y costumbres que eran diametralmente opuestas a las de todos los demás pueblos de Italia.
- La teoría del origen autóctono. Es la que goza de mayor aceptación. Fue Dionisio de Halicarnaso el que dio pie a ésta hipótesis, asegurando que los pelasgos y tirrenos no hablaban la misma lengua, tenían diferentes costumbres y que no poseían ni leyes ni instituciones similares, por lo tanto, eran pueblos diferentes, es decir, que los pelasgos fueron los que llegaron de Oriente, mientras que los tirrenos ya se encontraban en la Península Itálica. Esta teoría tiene apoyo de un importante grupo de investigadores, mostrando mediante una serie de estudios lingüísticos la existencia de un estrato arqueológico "tirrénico" preindoeuropeo, en donde el pueblo etrusco se formó de la unión de estos elementos culturales y étnicos indígenas preexistentes, con los que llegaron a Italia en la Edad del Bronce. Massino Pallotino, el etruscólogo por excelencia (ya fallecido), apoyó la hipótesis, sosteniendo que la cultura etrusca no necesariamente tenía porqué ser identificada con un "pueblo" etrusco procedente o no de otro lugar, sino que el origen sería el desarrollo de un gran sustrato indígena auspiciado con ciertos elementos externos (no niega entonces la influencia oriental), que configuraron la llamada cultura etrusca.
- La tercera teoría o hipótesis es la teoría del origen septentrional, que es la menos aceptada de todas, que considera que los etruscos llegaron desde el norte de Europa a través de los Alpes basándose en ciertas afinidades entre la cultura "vilanoviana" y las civilizaciones danubianas. El origen de esta teoría se encuentra en un pasaje de Tito Livio aunque fue el francés N. Fréret en 1741 quién dio vigor a la misma. Los defensores de ésta hipótesis insisten en que entre los etruscos y demás pueblos de Italia había diferentes prácticas culturales que se relacionaban con las que se realizaban en la cuenca danubiana como el rito funerario de la incineración y la utilización del hierro. El descubrimiento de establecimientos etruscos en el Alto Adagio y el Alto Milanesado parece probar esta presunción de la teoría del origen septentrional, pero no hay más, y parece ser que su situación indica un recorrido opuesto, es decir, de sur a norte.
- Una última teoría, expuesta por el profesor ruso Guennadi Grinevich, (teoría del origen protoeslavo) dice que allá por los tiempos prehelénicos, un pueblo protoeslavo, los "risich" o "hijos del leopardo Ras", emparentados con los pelasgos, se estableció en los Balcanes, en Grecia y en algunas islas del Egeo. Las circunstancias les obligaron a emigrar a Occidente, pudiéndose haber instalado en Etruria. En el diccionario del conocido historiador del mundo antiguo Esteban de Bizancio, los etruscos están catalogados entre las tribus eslavas y Helánico de Lesbos los considera como una ramificación de los pelasgos. Esta teoría apenas goza de aceptación.